Pues bien, también desde hace un tiempo he conseguido controlar en parte mi miedo a volar, entre otras cosas porque cuando viajamos con la niña no me parece muy bien darle un espectáculo consistente en su madre borracha, o drogada o paralizada del terror abrazada al asiento de delante chillando “no quiero morir, no quiero morir” o las tres cosas al mismo tiempo.
Pero en junio nos vamos a Cerdeña, mi marido y yo, solitos, en un rendez-vous con motivo de un aniversario muy gordo de boda, en el que volvemos a la isla donde celebramos la luna de miel (aquí tenéis que decir Ooooooh! Con cara de bobos porque ¿a que es bonito y romántico?), y yo estaba tan tranquila, pero, claro empecé a pensar que si la mozarella, que si la mafia, que si ¡mira que son burros que vuelven a votar a Berlusconi!...
Pues eso que estoy en pleno ataque de ansiedad, y ayer le preguntó a A. :
-¿tú crees que es buen momento para ir a Italia?
Y él me contesta:
-creo que es el peor de la historia, pero ¿quien va a Italia?
-nosotros, en junio...
-Andalahostia, es verdad, pero Cerdeña no es exactamente Italia...
No, exactamente no.