Hace dos años nuestro queridísimo amigo que vive en París decidió dejar de vivir de alquiler en su piso de 12 m y comprarse algo más grande (60 lo que los franceses llaman un “petit palace”), y es que a la ministra lo que le pasó es que viaja mucho.
Por esas fechas nosotros decidimos a nuestra vez hacerle una visita, para gorronear se entiende porque en el mini piso no cogíamos los cinco (mi amigo, su novia, mi marido, mi hija y yo) y visitar Eurodisney que después de años yendo a París cada año habíamos logrado evitar con éxito, pero la suerte no puede durar eternamente.
Coincidió pues el viaje con la fecha en que a nuestro amigo le dieron las llaves de su nuevo piso y no había abandonado todavía el de alquiler, así que él se quedó atrincherado en el minipiso (con una novia como la suya yo también lo haría y eso que soy chica) y nos envió a nosotros al nuevo que no tenía ni muebles ni ná (seguro que pensó “así no me rompen nada”). Coincidió además que él- que por razones de trabajo viaja un montón- el día de nuestra llegada no estaba, así que le dejó las llaves del piso nuevo a la conserje y le dijo que unos amigos españoles pasarían a recogerlas.
A nosotros nos dio instrucciones sencillas, bloque A, piso 2º Dcha (droite). ¿fácil no?
Llegamos a Paris Austerlitz en el TALGO que llega aproximadamente a las nueve de la mañana, cogimos el metro, saludamos a la conserje, nos dio las llaves y nos fuimos al piso, también nos había dicho “mi puerta tiene tres cerraduras, sólo esta echada la del medio”
Cuando llegamos al piso miramos la puerta del 2ª Dcha y vimos que solamente tenía dos cerraduras con lo cual decidimos que los franceses, como son como son, no miraban la derecha y la izquierda como lo haríamos nosotros o sea, subiendo las escaleras sino bajándolas (lógica racional), miramos la puerta de enfrente y esa ¡tenia tres cerraduras! Esa era la nuestra, abrimos la del medio y ¡sorpresa! El piso estaba totalmente amueblado pero ¡como! El piso era un completo desorden todo estaba sucio y revuelto. Mi hija lo primero que hizo fue sentarse en el sofá y ponerse dibujos en la tele. Mi marido empezó a husmear por el piso buscando la ducha. Y yo me fui a la cocina. Empezamos a alucinar, hace años que conocemos a nuestro amigo y nunca hubiéramos dicho que era tan guarro, la cocina rezumaba grasa y había una olla con un contenido que yo estaba segura que estaba vivo.
Nos reunimos en el salón con mi hija y comentamos la jugada: “¿que hacemos?” “Se va a ofender si nos vamos”, “pues que se ofenda que es un guarro” “¿como puede una persona vivir así?” etc, etc.
Entonces yo le dije a mi marido: estos deben ser los muebles del anterior inquilino ¿porque no le llamamos y le preguntamos si los podemos quemar?. Y mi marido dijo: “no tengo saldo en el móvil”
“pues llama desde el fijo”
Mi marido: “no tiene, me ha comentado que tiene problemas para que le den la línea y que hasta dentro de unos días no se lo pondrán” y entonces vimos el teléfono, conectadito y con línea mirándonos desde un rincón...
“Mierda, nos hemos equivocado de casa”. Rápido, rápido cogimos a la niña, las maletas y volvimos a salir.
“¿lo tenemos todo?- pregunté
“mierda, la chaqueta- dijo mi marido”
Volvió a entrar y la recuperó.
Entonces miramos la puerta de enfrente y allí pequeñita, pequeñita, abajo estaba la tercera cerradura. Entramos y ¡sí! Sabíamos que no podía ser tan cochinote, allí el piso estaba vacío, limpio, con un par de colchonetas para dormir y la prueba irrefutable: la primera temporada de “Aquí no hay quién viva” en la cocina.
La única explicación que se nos ocurrió es que la cerradura de en medio debía ser común por algún extraño motivo y el vecino de enfrente que lo ignoraba cerraba de portazo.
Suerte tuvimos que no había nadie cuando entramos y que no estábamos en Estados Unidos donde las armas son legales. Después nos pasamos las vacaciones espiando por la mirilla a ver si veíamos al vecino guarreras y descubrimos que además de ese defecto era muy agresivo, cosa que nos acabo de asustar, ¡de la que nos habíamos librado!
Mi sentido del humor puede y siempre me imagino la cara del vecino si hubiese llegado a casa y se hubiese encontrado una niña viendo la tele, una señora limpiándole la cocina y un señor en la ducha.
O que me hubiera dado tiempo a limpiar antes de descubrir que el piso no era el piso y hubiese llegado de trabajar y se hubiese encontrado el piso limpio, llamando a la policía “vengan rápido me han limpiado el piso” “¿le han robado?” “no, no solo me lo han limpiado”
Pues eso, que no se nos puede confiar nada, aunque bien pensado esa vez no rompimos nada y si hubiéramos sido un poco más rápidos mentalmente nos podríamos haber llevado la tele de plasma, si es que... ni pa’ ladrones servimos!!!